Ahora que esta cadera no me deja ni andar rásssspido, propongo un par de lecturas. Bueno, de una en una, que el hábito de escribir tampoco lo tengo yo muy entrenado últimamente:
A cien millas de Manhatan de Guillermo Fesser, Aguilar.
Este libro, para un lector curioso, es fantástico. La mirada inquisidora del autor me llevó enseguida a ponerme en su lugar, y en seguida empecé a ver a través de sus ojos. Y uno se lleva una imagen muy requetepositiva de los States of America del Norte, la verdad.
Agosto es el capítulo, el primero del libro, en el que toca un tema que tiene que ver con esto de correr.
Guillermo (no yo, el gomaespumino...) entra en contacto por casualidad con Jhon Raucci, un tipo inquieto, que frente a las múltiples lesiones que padecen sus vástagos-corremillas, se replantea la manera de correr:
Cuando al pie se le coloca un zapato se muestra incapaz de percibir la información del terreno que pisa, su dureza o su rugosidad y, por tanto, incapaz de enviar al cerebro la información que este precisa para determinar la fuerza con la que debe impactar. Esto deriva sistemáticamente en una tendencia instintiva a golpear el firme con más energía de la necesaria (posiblemente en un intento desesperado por sentir el contacto que le impide la suela) y nuestro esqueleto termina por absorber un topetazo más grande del que le correspondería. (página 30)
En este sentido y en la misma página: Jhon Raucci mantiene que los gimnastas que aterrizan sobre mullidas colchonetas están sometidos a un mayor riesgo de lesiones que los bailarines de ballet clásico que se posan sobre la dura tarima. Estos últimos, dice, desarrollan mucho más la musculatura del pie. Con calzado, nuestro organismo entra en barrena. El encajonamiento de los zapatos nos fuerza a utilizar el talón como tren de aterrizaje y provoca que la colisión repercuta en músculos a los que no les corresponde esa labor y que, por contra, la musculatura preparada para absorber el choque no reciba vibración alguna. Es decir: se produce un desajuste muscular que atrofia a unos y tensa en exceso a los otros.
Y así, este buen hombre tras una serie de lesiones de uno de sus hijos, les propuso a todos ellos entrenarles con la condición de que corrieran descalzos (y respirar sólo por la nariz). Y así se los encontró Fesser, tras dos años de libertad pinreliana: dio con unos chicos que en vez de unos dedos apelmazados y atrofiados por falta de uso, estrechados por las apuntadas hormas de los zapatos, con laterales planos, tetraédricos que se asemejan más a unas patatas del McDonald's con uñas...tenían cinco prolongaciones claramente redondeadas, separadas entre sí y con vida propia. Apéndices que se movían de forma independiente, a voluntad de sus dueños y saludaban con gracia a la cámara. Como aquellos del anuncio de la tele que hacían la ola al caerles una gota de cerveza (...).
Por último destaco otro problemilla conocido y sufrido en mis alvéolos...el asma. Capítulos adelante, un año después en el mes de julio y en la página 322, Fesser vuelve a la figura de Raucci padre. Frente a esto, la propuesta, fruto de sus diversos estudios en la busca de una solución a la aparente incompatibilidad de la práctica del atletismo y sus hijos, respirar sólo por la nariz. Ningún animal respira por la boca. Fíjate un caballo al galope, en pleno esfuerzo, me decía. Se se hinchan las aletas sobremanera, pero permanece con los dientes bien apretados. Los indios lo habían adivinado fruto de la observación de la naturaleza y nosotros empezamos a practicarlo, despacio, profundamente, hacia el diafragma. En unas semanas nos deshicimos de los inhaladores, y nunca más hubo que preocuparse por los ataques asmáticos. Respirad despacio para haceros veloces y, pasadas algo más de dos semanas, todos confirmaron una grata sensación de estar mejorando sus marcas y de hacer una recuperación más rápida después de los duros ejercicios.
Y el resto del libro es genial. Cualquier alma curiosa lo va a disfrutar enormemente. No pide una fidelidad ni una continuidad. Se puede parar, alternar con otras lecturas, series...al final vuelves. Una mente ávida lo devorará como lo hice yo...
(Revisión de la entrada:15 noviembre 2011)
Y el resto del libro es genial. Cualquier alma curiosa lo va a disfrutar enormemente. No pide una fidelidad ni una continuidad. Se puede parar, alternar con otras lecturas, series...al final vuelves. Una mente ávida lo devorará como lo hice yo...
(Revisión de la entrada:15 noviembre 2011)
I like it!
ResponderEliminarMuy bueno!!!
ResponderEliminarDe verdad, muy bueno!!!
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