Murakami Sacristán nos cuenta sus impresiones ensu primera participación en un Maratón:
KM 0 07:50 HORAS
Llego con tiempo, he sido precavido. Por delante una hora y diez para los rituales previos: calentamiento, trote, último pis traicionero… Me he hidratado bien y parece que lo último será lo primero. Hago cola en uno de los urinarios puestos para el evento. Es que yo soy muy cívico y eso de mearle a la Cibeles… Pues como que soy madridista, oiga usted.
Termino mi micción pre maratoniana (esto es divertido, porque todo lo que haces por última vez antes de empezar la maratón es pre maratoniano: desayuno pre maratoniano, paseada de perro pre maratoniana… Igualmente, todo lo que haga después será pos maratoniano).
El caso es que me dirijo al guadarropa para depositar allí todo lo que me sobra. ¡Guau! (no es un ladrido, el perro se ha quedado en casa. Más bien en un grito de sorpresa) la fila de personas que se apretujan allí es larga de narices. Me coloco el último.
Los minutos pasan y la fila apenas avanza, comienzan los primeros nervios, la gente que se cuela, los gritos de “mira tú el listillo”… Menos mal que alguno le quita hierro al asunto y se empiezan a escuchar también chascarrillos y gracietas.
Son las 08:58 (2 minutos para el pistoletazo de salida) y consigo coronar mi primer Everest de la mañana. He dejado la mochila y sólo me quedan 2 minutos para estirar, calentar y hacer la meadita pre maratoniana (Pero esa ya la había echado… ¡maldición! Es lo que pasa con todo lo pre, que nunca estás estas seguro de que así sea. Y parece que me he hidratado en exceso). Olvido mi ética y orino sobre mi civismo en una de las calles perpendiculares a la Castellana. Fantástico, ahora estoy más aliviado. Miro el reloj, ya sólo queda 1 minuto y no estoy ni calentado ni estirado.
Hago unos breves estiramientos y me empiezo a mezclar con la nube de maratonianos, mediomaratonianos y diezkilometristas. Me tomaré los primeros kilómetros como calentamiento. Mi único objetivo es acabar los 42 kilómetros que tengo por delante.
La cosa empieza y arranco con mi trote cochinero, salgo bastante atrás, procurando no estorbar a quienes son más expertos y duchos en el arte de correr. Yo voy a lo mío.
KM 4
Parece que ya he entrado en calor y decido subir un poco más el ritmo. Tampoco puedo engañar, de los 6:00 por Kilómetro, pretendo pasar a los 5:45, pero entonces lo noto. ¿Enserio? No me puede estar pasando esto tan pronto, ¿De verdad? En fin… Me vuelvo a mear. Miro a mi alrededor y descubro a unos cuantos corredores que sufren mi mismo mal, así que les acompaño hacia uno de los jardincillos de la Castellana y deposito ahí mi exceso de bebida isotónica. Vuelvo a la carrera y cuando paso por la pancarta de 5 km descubro que estoy en un ritmo exacto de 6 minutos por kilómetro. En principio es lo que me había marcado, pero la verdad es que las sensaciones son buenas y el cuerpo me pide subir un poco más el ritmo. Tengo calculado que para bajar de las 4 horas, el ritmo medio de carrera debe ser de 5 minutos y 41 segundos por kilómetro. Estoy lejos y aún queda mucho.
Km 10
Las sensaciones siguen siendo buenas y procuro beber en cada avituallamiento para evitar sorpresas. El ritmo es cómodo.
Km 14
Fantástico ¡voy genial! Un momento… Otra vez… meadita… esto es de traca.
Km 17
En este momento nos separamos de la gente que corre la media maratón y por un segundo se me ocurre cambiar mi itinerario, hacer sólo la media y que le den a la otra media. Entonces los “medios” empiezan a aplaudir y a gritar consignas de ánimo para los que siguen hasta los 42. Parece que me emociono. El pensamiento me dura sólo unas décimas, giro a la derecha y continúo con los angustiosos 25 km que aún me quedan por recorrer.
Km 18
Descendemos por Preciados y al entrar en Sol el estómago se hace un nudo. El ancho del trazado se reduce ligeramente y a ambos lados del “circuito” cientos de personas se agolpan tras una vallas animando a los suyos, pero también a los ajenos. Es algo impresionante. Levanto la cabeza y miro la cantidad de gente que un domingo, un poco antes de las 11 de la mañana, se han levantado y han ido a animar a gente extraña que corre porque sí.
Km 19
Al final de la Calle Mayor, justo en la curva con la calle Bailén están “los míos”. Hermano, cuñada, futura mujer y cómo no, Primo Guilli, que algún día hará una locura de estas conmigo, tengo el presentimiento. Aplauden y gritan, pero no oigo, entre la música y la emoción del momento, me olvido precisamente de lo que debería hacer, disfrutar de esos segundos. Guilli me acompaña unos segundos al trote que llevo y me dice que unos cientos de metros más allá me esperan más “Míos”. Me pregunta que qué tal y le respondo que todo correcto. Él se queda, yo sigo. Me he emocionado demasiado y este último kilómetro lo hago por debajo de 5 minutos
Km 20
Pasada la Plaza de España veo al segundo pelotón de “míos”, son Primo Javi y toda la familia, que también aplauden, intento hacer un gesto cariñoso a las niñas, pero el cuerpo no me responde, está inmerso en la carrera y la mente puesta en que en breves pasaré la pancarta de la media maratón. A partir de ahí lo desconocido.
½ Maratón
Paso bajo la pancarta en 2 horas y 1 minuto. Genial, he recuperado tiempo y me siento bien. Si todo se mantiene como hasta ahora puedo incluso bajar de las 4 horas.
Km 24
En la Avenida de Valladolid tengo una sensación extraña, la cabeza se ha separado del cuerpo y por unos segundos se me ha ido a otra parte, no sé a dónde, pero durante unos metros no he sido consciente de dónde estaba ni de lo que estaba haciendo. Al volver en mí, una duda me taladra la cabeza, ¿seré capaz de aguantar? Bajo el ritmo y troto un poco más suave, siguiendo un ritmo contenido. Estoy cerca del kilómetro 25, donde mi cabeza ha decidido que está mi “muro” personal. Nunca he hecho más de esta distancia. A partir de aquí entro en La Casa de Campo. Habrá menos público, menos ánimos, más sufrimiento. Días antes de la prueba me había quedado mirando el recorrido impreso en un DinA 3 y sujeto con imanes en la nevera. Me daba terror entrar aquí. Van a ser 7 kilómetros (hasta el 32) bastante duros, sobre todo a nivel psicológico.
En mis planes previos había estudiado más o menos el trazado y sabía que esto iba a ser duro, pero no contaba con algo: tierra. Olvido el asfalto durante un buen rato, las rodillas y los tobillos ahora sufren menos y mi ritmo es asombrosamente constante durante todo el recorrido por La Casa de Campo.
Ah, por cierto. 7 KM = 2 meaditas más, me propongo que no habrá más, tendré que aguantar.
Km 32
Salimos de la Casa de Campo y las sensaciones son más que buenas, entro en los 10 últimos kilómetros en el tiempo previsto para bajar de las 4 horas. ¡Sí señor! Encima, otro chute de adrenalina tipo Sol. En la bajada de la Avenida Portugal de nuevo las vallas, de nuevo la gente y otra vez los ánimos. ¡Genial!
Km 35
Estaba claro, esto tenía que pasar, la rodilla se queja, los músculos se vuelven duros y el cuerpo no responde a las órdenes de la cabeza. Toda técnica de carrera queda apartada. Ahora se trata de seguir, de no pararse pero ya no tengo control sobre el cómo lo hago. La Calle Segovia, de apenas unos cientos de metros, se vuelve un auténtico infierno. Miro a una acera y hay un hombre llorando, tirado en el suelo y atendido por alguien.
A partir de aquí, el desnivel comienza a elevarse y ya no habrá respiro hasta El Retiro, lo sé. Eso hace aún más daño en la cabeza, que cada paso te va diciendo “anda que no te queda”.
Km 37
Abandonamos el Paseo del Doctor Vallejo Nájera y enfilamos el Paseo de las Acacias. ¡Telita! Casi 2 kilómetros sin tregua, sin rodillas, con poca respiración, fuerzas en negativo. Pero estamos muy cerca, pararse ahora sería abandonar y total, pa´lo que queda…
Lo he hecho muy bien, he empezado muy atrás (el 9.000 y pico de un total de 10.000 maratonian@s) eso me permite que en los momentos chungos, de bajón, no me adelante mucha gente, más bien al contrario, adelanto a más de los que me adelantan y eso, quieras que no, viene bien a la moral.
KM 39-40
Entramos en Atocha, y las fuerzas siguen en números rojos. Entonces ocurre una estupidez pero que me anima. Alguien se pone a mi lado y comienza a aplaudir: “Puxa Oviedo”, me dice. “¡Ostras! Soy yo, me lo dice a mí, llevo una camiseta del Oviedo…” Miro a mi lado para asegurarme de que nadie más lleva una camiseta del Oviedo. Nadie, estoy en lo cierto. Le hago un guiño, o lo que sea, y continúo. Sólo un poquito más. El subidón de moral dura poco. Justo hasta llegar a la cuesta de la Calle Alfonso XII: ¡Brutal!
La siguiente recta de 1 kilómetro será dura. La gente se deja llevar, avanza metro a metro con cara de dolor, algunos lloran, los más expertos animan a los novatos. Está claro que se nos ve en la cara. Entonces tengo otra genial idea, a mi altura van tres hombres. Dos de ellos son veteranos y el otro, al que llaman “Pirata”, tiene pinta de ser debutante. Los expertos le van animando, no dejan que decaiga y no permiten que el silencio machaque las piernas del bueno del Pirata. Me pego a ellos y me creo que los ánimos que le dan a él, van para mí, me dejo llevar por ellos y entonces… Ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo… ¡La Puerta de Alcalá! KM 41
Últimos metros
La Calle O´Donell es el último repechito que nos queda. Adelanto a una mujer que me pregunta que cuánto queda y que si esto no deja de picar para arriba. Yo le digo que la cosa está hecha, que apenas un kilómetro y que todo se aplana en los últimos metros. Y así es. Entramos en el retiro y estoy seguro que si me hago una bola, podría llegar rodando hasta la meta en forma de croqueta. No creo que sea buena idea, así que sigo corriendo. Empiezo a mirar a los lados para ver si localizo a alguno de los “míos”, pero nada. Cada vez queda menos. Pasamos por debajo de la pancarta de 42 kilómetros. Ya está hecho. Empiezo a pisar las últimas alfombras y justo ahí, a escasos 15 metros de llegar a meta, veo a Primo, cuñada, hermano y futura mujer. Abro los brazos, aprieto los puños… Se ha acabado y lo he conseguido: no he vuelto a mear.
Pos Maratón
Miro el reloj, 4 horas y 6 minutos… Quién sabe, quizás si no hubiera parado 4 veces a hacer pipí, hubiera conseguido bajar de las 4 horas. Pero eso, ahora, me importa un bledo. He acabado mi primera maratón. Las rodillas me tiemblan y estoy cansado. Las agujetas me durarán un par de días. Pero estoy contento por haber conseguido lo que me propuse hace tres años y que no había tenido ganas de preparar hasta hace unos meses.